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«Casas pensadas para vivir»

 

Manuel Monroy Pagnon

Arquitecto

Manuel Monroy Pagnon comenzó a trabajar como arquitecto en 1989, tan pronto como obtuvo su titulación. Hemos hablado con él para conocer su visión de la profesión tras treinta años de ejercicio.

¿Cómo sería una casa ideal?

Ni tan distinguida que no se integre, ni tan integrada que no se distinga. Trabajo con esa idea para llegar a la casa ideal de cada persona. En líneas generales, una casa a ras de suelo, con la mayor parte de la distribución en una sola planta, con grandes ventanales al sur abiertos al jardín y al paisaje, cubierta inclinada de madera vista desde el interior, con porche de distintas alturas. Me gustan los interiores con espacios que despierten emociones de calma, alegría, familiaridad, seguridad, intimidad… Espacios que inviten a permanecer en ellos.

 

¿Cómo definiría el concepto de arquitectura que promueve?

En las zonas con paisaje natural en los que suelo trabajar, proyecto lo que me gustaría encontrarme: edificaciones o viviendas que no rompan el paisaje y sean armoniosas con el lugar, de volúmenes comedidos –a lo sumo, dos plantas–, con cubiertas inclinadas con porches amparadores, de colores cálidos, terrosos, óxidos, sin brillos. No me identifico con volúmenes cúbicos blanqueados que no tienen en cuenta el contexto natural donde se insertan. También procuro huir de una rusticidad excesiva.

 

¿La simbiosis entre los espacios modernos y los materiales naturales son su seña de identidad?

Sería una de las características. Proyecto viviendas con materiales naturales, con grandes ventanales y amplios porches con interiores modernos y luminosos. La construcción es con gruesos y sólidos muros muy bien aislados térmicamente, integrando la vivienda en el entorno y procurando que esté a ras de suelo para que sea fácil de entrar y salir. El diseño se desarrolla con conceptos bioclimáticos, ecológicos, de eficiencia energética, buscando la solidez e intemporalidad en casas pensadas para vivir confortablemente. Busco la emoción de los materiales conformando espacios, volúmenes y formas. Trabajo teniendo en cuenta el aprovechamiento de la luz solar, la orientación, la adaptación al terreno, las vistas, como se presenta la casa desde la calle y se relaciona con el entorno. Evito los derivados del petróleo. Si es necesario, la realidad virtual facilita a una mejor comunicación y evita desengaños porque nos permite percibir una maqueta como si estuviéramos allí.

 

 

¿Considera que tiene un estilo propio?

A lo largo del tiempo y la experiencia he ido encontrando cosas que me gustan, y las he tratado de reunir en una manera personal de hacer. Eligiendo muchas herencias de la arquitectura moderna, popular, clásica… Me apabullan los volúmenes desnudos que emergen desafiantes desde el suelo. Los porches cobijan, protegen, amparan física y emocionalmente y con una altura ajustada proporcionan una escala más humana a las edificaciones.

 

¿Cómo surgió la idea de la casa del tejado hasta el suelo?

La idea original surgió después de tres años de pensar en la casa para un amigo, llegando a ser incapaz de proyectar algo de interés. Me había considerado un creador y la realidad me mostró que no lo era. Tras esa cura de humildad, proyecté lo sentido en el dibujo que tenía delante, una casa a dos aguas como la que dibujan los niños, prolongué un faldón hacia abajo y surgió ese perfil singular donde el tejado llega hasta el suelo. La casa baja mansamente a los pies del que viene, le realza, abre sus brazos y le acoge, se postra ante la naturaleza que lo rodea y cobra un sentido espiritual cuando se orienta al este, por donde nace el sol que ilumina la esperanza de un nuevo día.

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